Una hora cualquiera de un
día cualquiera
Un lugar cualquiera
Te diría “querido”,
pero el encargado de querer eres tú, así que lo dejaremos así:
Seguro que sientes un
siniestro placer al leer estas líneas. Y nunca te cansas, por ti
estarías funcionando todo el santo día y toda la maldita noche.
Hasta en sueños hablas, siempre reivindicando, siempre pidiendo y
siempre ofreciéndote.
Eres un caprichoso, y lo
peor de todo es que lo sabes. Transformas miradas a tu antojo. Por no
hablar de ritmos cardiacos, que tan pronto nos haces acelerar (y a
algunos nos haces temblar), como enlenteces todas las situaciones y
hasta el río más rápido lo vuelves un lento devenir de calma
chicha, como cristales en un conducto de plomo fundido. Esas
hormiguitas que tan mal nos sientan a todos, sí, tú eres el
responsable. Y sólo tienes que decir una cosa. “Ésa”. Y ya lo
empiezas a revolver todo.
Pero realmente no eres mala
gente, solo eres un absoluto suicida. Da igual lo difícil que sea,
si tu propósito es bueno, te tiras contra un pelotón de
fusilamiento a pecho descubierto. Y luego... bueno, sabemos lo que
pasa. ¡Que lo vuelves a hacer! Da igual que siempre te aconsejemos
prudencia, te tiras a lo loco, venga, ¡otra vez!
Pero hay que conocerte, hay
que saber cómo funcionas, y ahora, y últimamente, te comprendo más
de lo que otros te comprenderán algún día. Lo peor de todo es que
para poder tener una vida medianamente normal, hay que entenderte. Si
cada pregunta tuviese una respuesta fácil y sencilla, si cada
pregunta no crease otra peor de responder... serías un lujazo como
corazoncito.
Pero la vida es así,
¿verdad? Eres como un niño caprichoso en una tienda llena de
golosinas, “quiero éste”. Sólo que lo que tú quieres es
alguien como tú, que escuche y que entienda. Que no se eche hacia
atrás.
Eso es lo que tú entiendes.
Quieres a alguien que sea como tú. Niño y golosina a la vez. Y te
lo digo otra vez, ¡protégete! Ponte un pequeño escudo delante, y
no te tires tan a lo suicida, porque el que lo pasa mal a la larga no
eres tú solo.
Pero haces falta. Tú y más
de los tuyos. Necesitáis ser escuchados. Necesitáis expresaros más
y mejor, y tal vez, y sólo tal vez así se lograse hacer un mundo
mejor. Si no te tirases tan a la ligera a lo suicida, hasta me
caerías bien. “Ideales”. Tal vez hagan falta en este mundo
dejado de las botas de dioses sordos.
De momento, lo único que
puedo hacer es soportar tus chiquilladas. Recibe un saludo cordial,
ya sabes que las emociones no son lo mío.
Alguien
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