Son como astillas clavadas
que fluyen por tus venas
paseas como un león
impaciente
en jaulas de barrotes que
tú mismo hiciste.
Ahogas un grito pero se
extiende
en un interior deshecho.
Deshecho por tus propias
guerras
por tu propio conflicto.
“¿Y sí...?”, te
preguntas con rabia,
“¡Y qué! Será por
oportunidades”
te encuentras con tus uñas
arañando pizarra
e hirviéndote la sangre.
Quieres golpear, reventar.
Quieres romperlo todo.
No hay espacio para dudas
tu fe está rota.
Tu esperanza es vana ya.
¿Para qué esperar?
Endurécete como madera al
fuego
y sólo reza a un dios
sordo...
... para no consumirte.
Somos maderos endurecidos por las batallas perdidas, si, pero hay que seguir peleando porque cada vez somos más fuertes..
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