Arrugas que parecen no
pesar
en cansados huesos que
cuesta mover.
Días monótonos que se
entrecruzan
con el caer de las hojas
de un antiguo almanaque.
Miradas gastadas tras
observar miles de días
quietos en el frío de la
mañana
pues ya no hay vallas
amarillas
ni albañiles que mirar.
Y se hablará (otra vez)
del campo
de cuándo volverá a
llover
de viejas batallas, entre
cafés
y diestros movimientos de
naipes lanzados.
Algunos leen el periódico,
creyendo (y con razón),
¡que tiempos aquéllos!
Otros miran sin mirar,
ensoñados
con mudos sueños en
blanco y negro.
Otras, sin embargo, se
alegran
pues nuevas vidas
aparecen,
pues alguien se ha casado,
alguien ha nacido.
Y esta es la ley
aprender, caer y
levantarse
pues solo aquél que se
levanta
puede mirar todo lo que ha
vivido...
… bajo los ojos de la
sabiduría.
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