martes, 10 de junio de 2014

2º Spin Off

En la sala subterránea se conjugaban diversos aromas: el sudor de los sabios, la humedad de la piedra, y los indescriptibles aromas de las velas y del incienso quemándose. Había numerosas esencias vinculadas a aquélla vasija, y el sello no se había resentido todavía. Incluso uno de los grandes, Belial, había logrado ceder un pacto, presa de su ingente orgullo. Aunque en su orgullo, pronunció un nombre. Arkhiel. Ninguna otra esencia le había comentado ese nombre. Pero parecía que apenas tenía mandato, así que sería un demonio menor, o un engaño del propio Belial. Salomón ordenó a sus seguidores que le ayudaran en la confección del círculo mágico, ajustando el nombre al propio círculo.

Empezó la letanía. Tenían que haber descansado, pues un fallo en la concentración haría que la criatura no llegase, o se disolviese nada más llegar, o peor aún, que encontrase un resquicio en la voluntad de aquéllos valientes. Uno casí había sucumbido ante la majestuosidad de Belial. Su nariz había sangrado y tras comprobar que no había tenido ninguna consecuencia fatal, lo habían reemplazado.

No sabía cuánto había aprendido durante la invocación de tantas criaturas, antaño nobles, que habían sido corrompidas por las palabras del Maldito, pero eran grandes conocimientos. Mientras estaba sentado en una silla de madera de cedro, sumido en estos pensamientos, la luz de las velas vaciló, y un sonido familiar, el lamento de miles de condenados, resonó en las profundidades de la sala, ¿o tal vez en su mente? En el centro del núcleo de invocación surgió una llama sulfurosa, de un azul intenso, a diferencia de los anteriores, cuyas llamas habían surgido como fogatas de campamento, y con los colores anaranjados. “Será sólo un truco, tal vez éste tenga gobierno sobre llamas”.

-No es gobierno sobre llamas, realmente... no es gobierno sobre nada. ¿Sabes? Podrías haber puesto una silla aquí en el centro. No me gusta estar así de pie, no soy un esclavo o un ejemplar valioso para tu investigación. Y desde luego que no voy a aceptar el entrar ahí.

-Podría obligarte, ya lo he conseguido contra otros de tu calaña- se reclinó contra el respaldo de su silla de cedro, mientras mantenía la compostura cruzando las manos-. No eres el primero que acude desafiante ante mí, situándose de manera amenazante, o tal vez en formas que nadie puede coger, como ese fuego...

-Entonces tomemos una forma que nos guste a ti y a mí, no me gusta esconderme tras este humo. Dicen los torturados que se mete en la garganta y te hace carraspear- el fuego perdía intensidad a cada segundo, y una figura humanoide, embozada con una túnica con capucha, se vislumbraba tras el acre humo sulfúreo. Arkhiel se quitó la capucha y le miró a los ojos, mientras manoteaba el aire, como intentando cogerlo-. Así que esto es aire, y estos aromas vienen de quemar todas esas ramitas... Interesante. Salomón, hijo de David, supongo.

-Arkhiel, supongo.

El Diablo se sentó en el suelo, y pasó a rozar con sus pálidas manos el suelo lleno de polvo.

-Así que esto es el suelo, y el polvo.

-¿Por qué no lo hacemos fácil y te metes en la vasija? - sugirió con firmeza Salomón.

-Fácil, porque no me interesa. Verás... al resto de demonios al uso les gusta su parte de infierno particular. Tienen sus almas en pena, a los que torturan sin cesar, mientras conspiran los unos contra los otros con el objetivo de conseguir ampliar su infierno particular robándoselo a cualquier otro incauto.

-¿Y tú qué tienes? -indagó Salomón, inquieto.

-¿Yo? Una fortaleza. Apenas tengo sirvientes, Lucifer y Belial los han puesto en mi contra, echándome en cara que no participase en el Gran Acontecimiento.

-¿Entonces por qué estás ahí?

-Que no participase no quiere decir que no lo orquestase. Tenía que hacerlo, ¿entiendes? Oye, ¿por qué no mandas a los tuyos que se callen? No tengo intención de salir, y puedo mantener mi estancia aquí sin la necesidad de que estén los tuyos ahí sin callar.

-¿No quieres salir? ¿Entonces qué quieres? -Salomón se perdía constantemente.

-Salomón, te creía más inteligente, pero creo que deberías de haber hablado conmigo antes, se te nota agotado. ¡Y más que lo estarás!

-¿Vas a luchar contra mí?- Salomón se retorcía su barba, ufano de su seguridad, mientras un tono de amenaza teñía sus palabras, como un velo sutil que cubre el rostro de una muchacha.

-¿Y qué gano yo peleando contra ti? No deseo arrancarte lo que más quieres, aunque... podría, sí. No deseo ver cómo tu vida se pierde, ni te quiero de huésped permanente. No, te voy a enseñar a traerlos de vuelta. Porque juegas con fuego, y a veces una llama puede llamar a sus iguales. Por ejemplo, tu amigo el que sangra de la nariz. La entidad que lo domina no es demasiado peligrosa, se está habituando aún a este mundo. Te propongo un trato, tú aprendes lo que yo te diga, y dejamos esa vasija como está.