Nieva en la oscuridad de la noche, salpimentada por neones y sodios. Y amanece gris, fantasmal niebla que crea sueños que no son de ensueño. Nieva y llueve en su interior. Silenciosa golpea el agua el suelo quemado. En el horizonte, silenciosa se desliza la nieve sobre la piedra agrietada.
Nieva en el circo glacial, vistiendo de blanco las acículas verdes. Nieva en la muralla, tiñendo las estacas de blanco, proporcionando barbas blancoazuladas en los salientes. El viento sacude jirones de estandartes descoloridos y acartonados por el frío. Nieva en los portones, cerrados, amenazadores.
Nieva en la cabaña, postigos cerrados, como polvo que cae en una figura. Silencio que recae sobre una puerta de habitación. Leves brillos subyacen por la rendija de la misma. Frío hierro eslabonado que recubre la madera que sirve de barrera deslustrada.
Nieve, hielo y silencio.
viernes, 31 de enero de 2014
martes, 28 de enero de 2014
Duerme
Veo tu cara, por la que
apenas han pasado mediodías, y con esos ojitos azules tuyos,
cubiertos tras dos leves persianas. Y sonrío. Serán muchas noches
durmiendo a mi lado, despertándonos cuando tu rostro se contraiga
por una u otra cosa, que si caca, o pis, o simplemente el
descubrimiento de esos inevitables indicios de soledad que de
momento, nos esforzamos en evitar.
Y, ¿sabes? Crecerás, y
pasarás a caminar a gatas, a ennegrecer esos pantalones que te
compramos, a marcar esas rodillas. Crecerás y verás por una
rendijilla un atisbo del mundo que no elegiste, que nadie elige y que
sinceramente, te tocará. Verás cosas que... pero ahora no es el
momento. Solo duerme.
Crecerás, y llorarás de
nuevo cuando te lleven con muchos niños y niñas como tú, dulces,
tiernos y con una picardía exenta de malicia, a la escuela.
Aprenderás sin darte cuenta, jugando y dibujando y... riéndote y
llorando, una y otra vez. Dormirás plácidamente, y recuérdalo,
pues esperamos de todo corazón que te toque, algún día lo
cambiarás por un descanso vigilante.
Crecerás y empezarás a
sentir y a saber, tonterías que tal vez no tengan su importancia y a
los que tal vez les des un uso, o no. Te creerás Peter Pan, y
volverás a llorar cuando Mufasa haga lo que... pero que ahora no es
el momento. Y nosotros estaremos siempre alerta, intentando corregir
esas cosas que es mejor corregir, pues los árboles a veces se
tuercen, y nunca quisimos que eso te pase.
Y crecerás y vivirás y te
equivocarás, y acertarás, y llegará un día en el que tal vez
escribas algo parecido a esto mientras la historia se repite, pero...
ahora tampoco es el momento.
Solo duerme.
lunes, 27 de enero de 2014
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué hablamos de
cosas tristes?
¿Por qué dicen que los
escritores siempre pensamos en esas cosas?
¿En el amor no
correspondido?
¿En la muerte?
¿En la tragedia?
Dicen que vida solo hay
una,
y no hacemos más que
hablar
de cosas lúgubres
¿entonces por qué el
ayer fue mejor?
¿Por qué nos quejamos?
Parecemos entrenadores
portugueses
¿Por qué, si la vida es
mejor?
¿Por qué, si sentir es
una sonrisa?
¿Por qué, si vivir es lo
único que tenemos?
¿Por qué si el mañana
siempre será mejor?
¿Por qué pensamos en
allá?
¿Por qué no pensar en
aquí?
Y dejemos de pensar en
acaboses
en amores perdidos
enterrados
en tumbas góticas llenas
de secretos.
Suspiremos pero por vivir,
suspiremos pero por nacer
suspiremos por no morir.
¿Por qué?
Y, ¿por qué no?
domingo, 26 de enero de 2014
Paisaje interior
Imagínate un circo glacial,
consejos de atemporales reyes con níveas coronas y cálidos mantos
de esmeraldas y ocres. En ese circo glacial hay muros de piedra y
hielo, tan altos que desafían al sol, y a la luna y a las estrellas.
Es una visión sobrecogedora y aterradora, pues algo protegen esas
rocas.
Y hay muchos portones y
puestos de guardia, y terribles máquinas bélicas yacen en medio de
la explanada, trastos oxidados, y cubiertos de telarañas. Ese portón
está desvencijado ya pero si cruzas el umbral, da paso a una
polvorienta llanura, pues no se ve el sol, ni la luna, ni las
estrellas. Pues por la noche la niebla sube, y crea una sensación
gélida, aterradora y asfixiante, y los espectros de los acabados
quiebran la eterna quietud que asola esas tierras.
Y a veces, si conservas la
suficiente fuerza de voluntad, divisas una diminuta cabaña de
madera. Parece como si se la llevase el viento, pues aparenta
fragilidad. Empujas con el hombro la puerta y está todo como si
hubiese vivido alguien ayer, pero hay una más que perceptible capa
de polvo que cubre todos y cada uno de los muebles. La copa que hay
en la mesa está blanquecina por la cal y el tiempo. El plato que
está al lado tiene unos fragmentos arrugados, que se convierten en
nada al respirar cerca de ellos.
Pero hay “algo”, que no
se puede explicar, algo que vive dentro de una habitación cerrada y
encadenada, pues una cegadora luz y un calor infinito surge de esa
sala cerrada. Un susurro con un nombre imaginativo, imperceptible,
demasiado real como para ser un fantasma. Y cuando te acercas a la
clausura los pies dejan un restallar de crujidos, adamantinos y
argentinos cuando el viento hace tintinear las cadenas en el vacío
eterno de esa noche que no acaba nunca.
Y te das media vuelta,
sobrecogido, aterrado por semejante belleza, y cuando pasas, huyendo,
por debajo de aquéllos fríos y altos muros piensas si esa
protección que está a su alrededor está para proteger a lo de
dentro de lo que has visto...
O a lo de fuera.
sábado, 25 de enero de 2014
Contradicciones
Paz.
La que cuando estoy
contigo tengo.
Guerra.
La que cuando estoy
contigo a veces siento.
Fuego.
La que tu ímpetu me
provoca.
Frío.
La que la seguridad me
hace sentir.
Divergencias.
Las que tenemos cuando
pensamos parecido.
Convergencias.
Que sin querer tenemos.
Lejanía.
Cuando uno de los dos se
acerca.
Cercanía.
Cuando uno de los dos se
aleja.
Contradicciones
inexplicables.
Las que infinitas siento.
miércoles, 22 de enero de 2014
Chichones y calabazas
Calabazada que te cagas
pensaste antes de
pegártela
pues viste una piscina
y ni siquiera miraste.
¡Con dos cojones!,
dijiste
y aún decidiste tirarte
la cabeza por delante
y con mucho arte.
Lo volverías a hacer
aunque te tires sin ver
porque otros tiran a gente
para caer bien,
seguramente.
¡Y qué más da!
La ostia la tuviste
pero porque es querer
sencillamente, lo que
hiciste.
Fuiste a por naranjas
para cortarlas por
mitades.
Y te dieron calabazas
enteras, ya lo sabes.
Encontronazo
El frío arrecia en mañanas argénteas.
El sueño vencido con cafés o duchas
Un reconocimiento mutuo, sorprendente.
Una sonrisa fugaz, casi imperceptible,
mientras el eco de la novena resuena.
Un tironcito y un latido en el hielo fragmentado,
un pulso incómodo, mas no muy dañino.
Un tartamudeo ronco: explicación de destino
y un asalto de sobrecogedora duda.
Pues no es si no una mirada dura
la que desvanece la memoria de una línea curva.
El sueño vencido con cafés o duchas
Un reconocimiento mutuo, sorprendente.
Una sonrisa fugaz, casi imperceptible,
mientras el eco de la novena resuena.
Un tironcito y un latido en el hielo fragmentado,
un pulso incómodo, mas no muy dañino.
Un tartamudeo ronco: explicación de destino
y un asalto de sobrecogedora duda.
Pues no es si no una mirada dura
la que desvanece la memoria de una línea curva.
Estoy perdido
Perdido en mis abismos,
perdido en mí mismo,
perdido pues hago lo que debo
perdido porque... porque a veces no sé ni qué ostias hago.
Llevo mucho sin encontrar mi Norte,
pues el norte en el que creo me desnorta,
Y no se puede pedir peras al olmo
ni luchar por un destino.
Por un destino que (una vez más),
sabes que no es mi sino.
El mío vaga entre tinieblas
El tuyo, cada vez más claro.
Sé fuerte, por ello,
eliminar toda emoción,
aceptar lo que hay, lo que tengo,
lo que te toca, y abrázarla.
Aceptar esa soledad inherente
que tengo en mi interior
Esas tinieblas que cuando las abandonas
te siguen y persiguen.
Y es cálida, reconfortante
y dura al mismo tiempo.
es una sombra que...
siempre te acompaña.
Acepta la oscuridad que habita en tu interior
acepta la soledad que esa genera
acepta la vida que tienes por delante
y que se vaya al cuerno todo.
perdido en mí mismo,
perdido pues hago lo que debo
perdido porque... porque a veces no sé ni qué ostias hago.
Llevo mucho sin encontrar mi Norte,
pues el norte en el que creo me desnorta,
Y no se puede pedir peras al olmo
ni luchar por un destino.
Por un destino que (una vez más),
sabes que no es mi sino.
El mío vaga entre tinieblas
El tuyo, cada vez más claro.
Sé fuerte, por ello,
eliminar toda emoción,
aceptar lo que hay, lo que tengo,
lo que te toca, y abrázarla.
Aceptar esa soledad inherente
que tengo en mi interior
Esas tinieblas que cuando las abandonas
te siguen y persiguen.
Y es cálida, reconfortante
y dura al mismo tiempo.
es una sombra que...
siempre te acompaña.
Acepta la oscuridad que habita en tu interior
acepta la soledad que esa genera
acepta la vida que tienes por delante
y que se vaya al cuerno todo.
Te siento (poema escrito en navidades 2013)
Te siento
Te siento en todas partes,
como una presencia invisible
como una perenne cordillera
que vigila y cuida desde alturas inescrutables.
Te siento en mi vida,
cual árbol milenario
con innumerables raíces ramificadas
anclada irrevocablemente a mí.
Te siento como un rayo en la negrura de una noche,
sensual y violenta como un mar iracundo
enroscándose, hipnótica e insensible danzante
despertando prohibiciones sobre faros instalándose en valles.
Te siento incendiándome
quemándome entre llamas, y consumiendo
los últimos jirones, neblinosos,
de gélidas pesadillas entre desvelos.
Y luego cae sobre mí como cascada
el rojizo cobre de tu pelo
calmando con la miel de tu mirada
este sentir tan violento.
Te siento viviendo mi vida
como siente un rosal
el sol besando sus delicados pétalos
abriéndose y saludándole en magnifico esplendor.
Y si no te siento
ese rosal permanece abandonado, expectante
en marchita penumbra, agonizante,
muriendo lentamente, amándote.
Te siento en todas partes,
como una presencia invisible
como una perenne cordillera
que vigila y cuida desde alturas inescrutables.
Te siento en mi vida,
cual árbol milenario
con innumerables raíces ramificadas
anclada irrevocablemente a mí.
Te siento como un rayo en la negrura de una noche,
sensual y violenta como un mar iracundo
enroscándose, hipnótica e insensible danzante
despertando prohibiciones sobre faros instalándose en valles.
Te siento incendiándome
quemándome entre llamas, y consumiendo
los últimos jirones, neblinosos,
de gélidas pesadillas entre desvelos.
Y luego cae sobre mí como cascada
el rojizo cobre de tu pelo
calmando con la miel de tu mirada
este sentir tan violento.
Te siento viviendo mi vida
como siente un rosal
el sol besando sus delicados pétalos
abriéndose y saludándole en magnifico esplendor.
Y si no te siento
ese rosal permanece abandonado, expectante
en marchita penumbra, agonizante,
muriendo lentamente, amándote.
Golpes en el hielo.
No puedo evitar sentir una tristeza infinita. Hay más cosas, pero ahora lo que siento es un pico habiéndome dañado. Y lo de dentro, bueno, también lo está.
No puedo seguir con esto. Me duele demasiado, me siento superfluo, secundario pues para mí hay otras cosas que son primarias, y... bueno, era algo evidente.
No sé qué hacer, pues solo hay ya una cosa que debo hacer, por mí. Por este sonido del hielo agrietándose, porque sé que hay debajo y solo esta protección lo calma.
Y me duele, tantísimo como para pretender fundir sal en las ventanas de mi mundo, tanto como el plomo moviéndose lentamente por sus canales.
Martillos. Que golpean, a fuerza del porvenir y del devenir, y jamás fueron compasivos, ni misericordiosos. Y a fuerza de tantos golpes, el hielo que rodea una estructura frágil como un superglue se agrieta y resquebraja.
Como el sol hiriendo el manto de nubes. Como una caja abriéndose. Y no es la primera vez, ni será la última, por mucho que yo quiera... no puedo.
Y entre lágrimas susurro te-quieros que no quieren ser escuchados, entre conocimientos que duelen y esperas sin esperanza.
Pues ya sé que no puedo ganar.
Ya sé que ni siquiera puedo empatar.
Sólo me queda dejar el juego, pues creo que no me queda otra.
Ahora sólo queda desear que, cuando estalle todo en diminutas esquirlas congeladas, no sea todo tan duro como me lo planteo.
No puedo seguir con esto. Me duele demasiado, me siento superfluo, secundario pues para mí hay otras cosas que son primarias, y... bueno, era algo evidente.
No sé qué hacer, pues solo hay ya una cosa que debo hacer, por mí. Por este sonido del hielo agrietándose, porque sé que hay debajo y solo esta protección lo calma.
Y me duele, tantísimo como para pretender fundir sal en las ventanas de mi mundo, tanto como el plomo moviéndose lentamente por sus canales.
Martillos. Que golpean, a fuerza del porvenir y del devenir, y jamás fueron compasivos, ni misericordiosos. Y a fuerza de tantos golpes, el hielo que rodea una estructura frágil como un superglue se agrieta y resquebraja.
Como el sol hiriendo el manto de nubes. Como una caja abriéndose. Y no es la primera vez, ni será la última, por mucho que yo quiera... no puedo.
Y entre lágrimas susurro te-quieros que no quieren ser escuchados, entre conocimientos que duelen y esperas sin esperanza.
Pues ya sé que no puedo ganar.
Ya sé que ni siquiera puedo empatar.
Sólo me queda dejar el juego, pues creo que no me queda otra.
Ahora sólo queda desear que, cuando estalle todo en diminutas esquirlas congeladas, no sea todo tan duro como me lo planteo.
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