jueves, 29 de mayo de 2014

Jaca (es largo). 5 elementos.

Hay veces en los que eres agua
cómo lágrimas derramadas por nubes generosas
bien flotando en forma de copos
Creando paisajes maravillosos, sin color
donde blanco es lo que ves, arriba y abajo
garantizando sonrisas y futuros ingresos
y resbalones de incautos paseantes.
Y otros que no te tienen te codician,
sangre de mi tierra, recuerda siempre de dónde vienes.

También fluyes por sus calles, lavando y quitando agonías,
miserias de tiempos que llegan y tardan en marchar
y quejas de granjeros que siempre protestan.
Eres agua, querida, fría y fresca, cual tormenta en verano
corriendo como ríos las vidas de sus habitantes
conviviendo y fluyendo en un eterno cambio sin cambiar.
También refrescas gargantas, propias y ajenas
ahogando silenciosamente la ira y la rabia, pues la detestas.
Todo eso haces por nosotros, y por eso eres quien eres.

Y la madera te rodea, testigos impasibles, con luces verdosas,
de sombras frescas cuando los calores llegan
de reivindicaciones de vidas taladas,
de sonidos musicales, de aves siempre generosas
y cortezas recortadas por navajas siempre afiladas
guardianes de sabiduría,  patitas de mosca entre hojas de papel
de niños correteando y jugueteando por sus ramas
de infancias en progreso, de inocencias aún no perdidas
y guardianes de miríadas de animalillos asustados.

Espectáculos de colores cuando los tiempos llegan
de rojos frescos como rosas, y de amores perdidos y por encontrar
de dorados como soles de trigo, el oro corriendo ligero e inmóvil
en praderas recubiertas de violetas, de avisos y finales de
veranos y situaciones que serán siempre inolvidables.
Esmeraldas brillantes bajo miles de mieles oscuras
de bancos y mesas creadas por artesanas manos
y sonidos de gaitas, castañuelas y salterios y chiflos
creando notas acunadas con cariño y mecidas por el viento.

Y de vientos también conoces, tal vez,
transportando entre gritos las órdenes de un pastor, y ladridos,
e idiomas entremezclados, y algunos tal vez no entendidos
de viajeros siempre con algo que contar,
de inspiraciones costosas en la cima de una montaña
o tal vez bailando sin querer banderas níveas de gentes de paz,
danzas de hierbas y ramas cuando contento te paseas.
De fríos exagerados para las gentes del sur,
de mejillas arreboladas en noches oscuras.

 Taxista gratuito de te quieros susurrados al oído
de reencuentros felices, de canciones dedicadas
testigo dinámico y necesario de jadeos gozosos
vehículo necesario de vidas, de vuelos panorámicos
aliado obligado de los nueve millones, ¿o eran veinte?
De ronroneos dulces de animalillos sin hogar
y de cacofonías ladradas por falta de recursos.
No eres virgen, aunque para algunos lo parezcas
te arremolinas en nuestras vidas, y por eso aire eres.

De fuegos entiendes, cómo no.
de azules intensos bajo una moneda resplandeciente
de historias cantadas bajo la lumbre de un hogar
de chocolates y cafés ardiendo mientras las cartas juegan
de pasiones recientemente explicadas
de luces artificiales cuando la noche llega
de estrellas caídas bajo los sonidos de la noche.
Lámparas brillantes de fuegos imperecederos
de las almas perseverantes de tus habitantes.

De luces preciosas cuando los ojos amados miramos
de fuegos de corazones aún no extintos, y velas titilantes
en la semipenumbra de milenarias piedras
y destellos de plata en noches despejadas
y temidos incendios que destruyen tanto tiempo creado
de familias unidas bajo el calor familiar.
Y de pueblos hospitalarios, y cálidos,  unidos por caminos antiguos
Destellos de cañones, disciplinas castrenses y
fogonazos de pólvora conmemorando leyendas medievales.

Y como la modernidad, metal contienes
frío y duro como los cotilleos de algunas de las gentes
tu encanto tienes,  metales de colores atraes.
Aceros brillantes conmemorando viejas batallas
o esculturas incomprensibles para el común de los mortales
hierros retorcidos en formas caprichosas
Metal, necesario metal, aun en forma de papel
necesario para el devenir de tus habitantes
y gestionado de manera nunca indiferente.

Reluces cegador cual huevo kinder de plata,
tantos siglos después y todavía jovial te sientes
nunca serás vieja, capital de un reino por desgracia denostado
entrelazado simbolizas leyes, hechos, uniones
pues nunca separar quisiste, no importan rivalidades ajenas
No importan colores, ideales, sangres ni razas
Esto eres, todo y mucho más, aunque madurar debes
Amante inoxidable de futuros por explotar
Jaca, mi tierra, todo esto tú tienes.



martes, 20 de mayo de 2014

Dedicado a un móvil


Es un rectángulo más o menos viejo, que se hizo más pequeño al inicio y más grande después. Antes cabías en una maleta, y pesabas un horror, ahora no cabes en un bolsillo, y sigues pesando un horror.

Antes eras un bien necesario,como el reloj, como las llaves del coche. Incluso en algunas películas infantiles acababas volando por los aires. Otras veces, fuiste muy importante, estuvieses fuera o dentro de la velocidad de los tiempos.

Ahora te has vuelto excluyente, pues palabras sin voz fluyen entre dedos aporreando pantallas de plástico rajado (generalmente), vigilando constantemente esa esquinita superior, donde la barra pasa de ser verde o azul a ser roja. Siempre roja, y además en el momento que menos te lo esperas. Ahora ya se supone afirmativa la respuesta a la pregunta “¿tienes?” Claro que tengo, y ¿sabes qué? Mi batería le gana a la tuya.

Y también es molesto, pues muchos días pasas aburrido mientras echas de menos los “tirirís” de cosas que realmente no tienen importancia. Y cuando llega algo importante, el “tirirí” siempre objetivo no hace distinción. Intentes dormir, intentes despertarte, intentes lo que intentes.

Tirirí, tirirí, siempre molestando. Y lo que al inicio fue un útil, algo necesario que mandó al olvido esas ruedetas (sí, ruedetas) que giraban del uno al cero, ahora son los grilletes que mandan y juzgan nuestra vida.


Tirirí.

lunes, 5 de mayo de 2014

Feliz día del hijo xD

Notas que, como naranjas desgajándose, caen sobre la sala como cobre desparramándose en cascadas. Sonidos que vibran, con algunos fallos, llegada la gélida noche. Los llantos y quejidos de las cuerdas reverberadas por maderas más o menos nobles entran en resonancia con ecos de llamadas infantiles a la protección. Ecos imperceptibles y graves escuchados de lejos y que hacen vibrar una tela de araña. Recovecos de cuerdas que chillan, tiritando de frío, que ahuyentan los siniestros y crueles susurros rebotando en la cercanía de los muros. Y un lamento por un hijo perdiéndose en su propia pérdida.

Sí, te fuiste, y lo mejor de todo es que formabas parte del grupo “intermedio”. Es decir, no estabas preparado para ser el rey, y te creíste un dios cuando empezaste a pensar en condiciones. Y como tal, te olvidaste de mí. Y aquí estoy, tocando un viejo instrumento musical creado por ti, sabiendo que pocos de tus retoños son los que vuelven a mí. Aunque todos vuelven tarde o temprano, les guste o no. Ahora no pides, pues sabes que soy tu madre y claro, me cuesta decirte que no. Eres como un niño siempre rebelde, caprichoso e insolente que se acuerda de mí sólo cuando la burbuja explota.

Pero te quiero, como a todos mis hijos, incluyendo a los que se fueron antes de ti o mientras tú todavía no eras consciente de tu propia existencia.

Es tal el amor de una madre a un hijo que aquí estoy, rasgueando esta vieja guitarra, esperando a que vuelvas a mí para acostarte y hacer que duermas en un sueño lleno de estrellas y sueños lúcidos. La cena conmigo nunca se enfriará. Eso es algo que ahora mismo lo puedes dar por sabido.

Aunque no lo quieras saber. Feliz día del hijo.


Gaia.