lunes, 4 de agosto de 2014

El más limpio no es el que más limpia, si no el que menos ensucia.



Érase una vez una tierra con aires de grandeza. Y no porque guardaran su idioma propio, algo muy suyo y realmente digno de elogio, si no por los intentos de grandeza de los suyos. Era aquéllo que se creían tan grande, que tomaban como suyos cosas que no lo eran. Y para que todos se creyeran que realmente eran grandes, recordaron dos lemas, “la información es poder” y “la historia siempre la escriben los vencedores”.

Y todo se debe a la aparición estelar de un señor bajito, parecido a un personaje de Star Wars, y que era un poco más bajito que aquél otro tipo bajito que estuvo dando guerra hasta que Dios (uno de sus principales valedores) dijo que “hasta aquí el programa de hoy, les dejamos con La Transición”. Ese señor bajito se convirtió en el gobernante absoluto de aquélla región que siempre había querido ser más que una región, pero a lo máximo que habían llegado es a hacerlo al revés sólo porque les apetecía hacerlo, por llevar la contraria. Hacía años, les dio por querer volverse franceses. Debieron de descubrir que no habría ni siesta, ni turismo japonés en la capital (también más que una capital), ni sangría, ni la paella de sus vecinos del sur... así que, tras un pequeño “revés”, decidieron alabar la paella, la siesta y el turismo, aunque aún no lo sabían.

Y ese señor bajito, que no era gran cosa, se inmiscuyó en los asuntos más grandes, pues quería ser grande (y no le valían comprarse unos zapatos con plataformas, ni subirse a una tarima, o al primer piso), y empezó a querer cortar el bacalao de los más grandes. Y oye, mal no se le daría, porque estuvo la de Dios (entendiendo como Dios un argentino aficionado a esnifar coca entre patada y patada al balón) de tiempo ahí arriba. Hasta que se cansó, y dijeron que era por la edad. ¡Qué ilusos! Durante ese tiempo, ese señor bajito convirtió su región en algo más. Algo relacionado con pensamientos que ahora hace unos ochenta y tantos años tanta guerra (y nunca mejor dicho) acabaron dando. ¡Pero erre que erre! Además se les veía muy educados porque no hacían las barbaridades que en ese momento otros hacían (y que nunca sirvieron de nada, más que para joder al personal). “Nosotros, nosotros, nosotros y el que venga detrás que arree”.

Llegado el momento, se cansó (o eso parece), y dijeron que era por la edad. ¡Qué ilusos! Propuso a su delfín, cogió los bártulos y se fue. Y el delfín, se volvió más que un delfín. De apellido Mas, pero era menos que aquél señor bajito que había sido “lo más”. Y ahí empezó todo, aunque durante un tiempo estuvo en el otro lado de la clase, dedicado a lo mejor que se le da precisamente a aquéllos de los que tanto empezaron a renegar. Pero dejemos a este señor que era menos que más y sigamos la trayectoria de aquél que había sido lo más.

Cuando uno se retira de la vida política, lo primero que hay que hacer, es publicar un libro... o mejor dicho, que te lo publiquen (si no puedes o sabes hablar de ti, que hablen otros). No se sabe si venderá muchos libros (seguro que más que uno que yo me sé, o lo que es lo mismo, el arriba firmante), pero sirve para aparecer a los años dando lecciones de cómo habrían arreglado los desastres (en política siempre hay desastres). A otros les dio por pretender ser profesores pero... de ese señor con bigotes y las aventuras de su mujer ya hemos hablado en alguna otra ocasión. Aparte de ello, aparecía junto con antigüedades de aquél tiempo, aquél andaluz que daba la misma guerra que su apellido... o... sí, también el bigotes. Y hablaban de los problemas del momento, y siempre eran noticia.

¿Qué opinión de él tendrían los “más que ciudadanos” de esa “más que región”? Es lógico, tras treinta y tantos años ahí en el “más que arriba”, y una retirada de lujo con sueldo de por vida incluido, que no sería mala... hasta que llegó el caos.

El caos empieza como siempre. Cuando empieza a no haber de eso que debería de haber, viviendo en el sistema en el que vivimos. Y si no hay de eso (que tienen formas de papelitos de colores), todos se vuelven locos y la mierda salta por todas partes. Y entonces, todos dicen “no es culpa mía”, y no sólo eso, “yo no guardé nada que estuviese lleno de mierda” (nota mental, en la política, también aparte de que siempre hay problemas, se mueven asuntos que huelen mal y se pagan comisiones por ellos a todo hijo de vecino). Y sigue cuando un periodista avispado se entera, y cuando el caos sigue subiendo, esta situación empieza de ser “más de lo mismo”, a ser “esto empieza a hartar” y se publica. Cuando te empiezan a quitar dinero para pagar profesores, o recetas, o tardan dos y tres años en llegar las ayudas para los que menos tienen (que cada vez son más) o los que no se pueden valer, y lo único que hacen es echar las culpas a lo mal que lo hicieron los de antes... cuando cada vez menos gente trabaja... todo este caos se ve con malos ojos. Y que el poder absoluto corrompe absolutamente.

Del dicho al hecho, hay un trecho, eso todos lo sabemos. Y hay una cosa muy importante en esta vida, que jactarse sobre la humildad es precisamente falsa modestia (y que te premien por ser “fraudulentamente” ético también tiene su tela, pero eso es otra cosa y otra persona). ¿O tal vez son delirios de grandeza por haber enfermado de esa dolencia endémica que contribuyó a crear? Al fin y al cabo, es más que una región, con más que unos habitantes, y con un club que es más que un club, por tanto... sería fácil pensar que él es más que él mismo pero... lo único que se tiene claro es que sus finanzas sí que son (gracias a las comisiones) más que unas finanzas.



1 comentario:

  1. Muy bien, muy bien....Ni "Mas", ni menos. Eso sí, yo preferiría que no me publicaran nunca antes de publicar como él...jeje

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