martes, 8 de septiembre de 2015

A veces...

A veces pensamos que hemos hecho algo mal, nos sentimos responsables o culpables porque no somos así. Y de repente, ocurre algo, unas palabras que penetran como un cuchillo en lo más profundo de nosotros, y reaccionamos. La magnitud de la reacción es directamente proporcional a la velocidad del cuchillo. Cuánto corta, y qué rápido.

Por desgracia, las personas que nos quieren tienen ese poder, y cuando se marchan, te dejan más bien o más mal, pero ese poder se lo llevan consigo. Y no dudan en usarlo para sus propios fines, que no son más que el desestabilizar ese precario equilibrio que tanto cuesta mantener, a veces.

Y la respuesta es rápida, fugaz como una explosión. Restalla o se empotra debido a aquéllo que más queremos. Y siempre es por preservar. Preservamos lo que más queremos, a nosotros mismos, a las personas que integran nuestra vida, y pasamos a defenderla con la nuestra.

Y no puedes si no sentir orgullo, ante la malicia y la iniquidad de aquél pobre diablo que se puso delante de ti y te provocó con feas palabras. Orgulloso de tu respuesta, con la cantidad necesaria de aquéllo que has usado para prevenir esa amenaza contra aquéllo que ha atentado a lo más profundo.

Y no puedo dejar de pensar, qué cruel puede llegar a ser esa persona que afila esa cuchilla que tiene por lengua, dispuesto a hacer daño porque sí o por egoísmo. Y qué vergüenza por ser tan ciegos que permitimos (a veces no nos queda otra elección) tener ese poder a esas malas personas.

Pero... lo más curioso de todo, y tal vez lo más contradictorio, es que "ganan los buenos". Y por desgracia, quedan pocas buenas personas en este mundo.

Brindo este post, este homenaje a todas esas buenas personas que sufrieron, que sintieron mancillada su dignidad, su orgullo, su amor propio y su honor, ante todos aquéllos que usaron ese poder con la intención de hacer daño.

Nada más que puedo sentir lástima por ellos, por la pobreza de su interior. Por la fragilidad de su cáscara vacía y marchita de lo que consideran "felicidad" y yo considero "supervivencia estúpida en el nihilismo de tener una memoria ciega y no arrepentirse de nada". ¿Para qué vivir haciendo daño a los demás? Es una aseveración que deshumaniza al ser humano.

Y demostrar que la felicidad está en una falsa aseveración del "carpe diem", en la incapacidad de ver esos detalles más allá de lo económico, me parece la mayor tontería pensada por alguien que, afortunadamente, tiene más de mono que de homo.

Pobre su entorno, y feliz  y orgulloso de tener el mío. Un entorno profundo, basado en la confianza, el cariño y el respeto, en la calidez, en la ayuda, en el apoyo, en el ánimo, y en la colaboración. En la voluntad de querer arreglar las cosas porque para nosotros es lo más preciado cuando se estropean las cosas y afilamos la lengua por desgracia. Orgulloso de tener mi entorno, y mi familia.

Es lo que me hace feliz.

(ya me he quedado a gusto)

No hay comentarios:

Publicar un comentario