jueves, 4 de febrero de 2016

Reflexiones nocturnas con la olla por ahí de paseo (o la pinza o la cabeza o la cordura o lo que sea)

O verdades como puños. Sobre las tonterías que se nos suelen (o solían ocurrir) a veces.

¿Acaso la muerte es romántica? No, vivir es lo romántico, porque solo vives una vez. Y no tienes ningún derecho para marcharte de este mundo. Porque tu vida es tuya pero te la dieron ergo, no es tuya. Es pero como que no es, porque te la dieron, y te pertenece y puedes hacer lo que te de la real gana pero... con limitaciones. Bien, sigamos.

Este mundo está hecho para pelear y caer, y levantarte y perder y caer y levantarte y perder y caer, y los pequeños triunfos si quieres los compartes con tus seres queridos o tus amigos o tu familia o todos juntos a la vez y cantando cumbayás y todo muy bucólico y pastoril. Pero eso sí, el éxito es tuyo. Y de nadie más. 

Cuando te llega el gran momento, esa pequeña revelación (enfermedad, accidente o simplemente momento emo adolescente), puedes elegir irte al otro barrio donde "puede que exista algo", pero como nadie escribe, que alguien me diga qué ostias (sin hache, que si no suena mal, o al menos así me parece) hay por ahí. Ah no, que nadie escribe. Bueno, que me pierdo (como mi querido Stevenson) en un puto vaso de agua. El caso es que cuando tienes la revelación puedes elegir irte al otro barrio, o no. Yo elegí bien, y eso que mi vida podía ser mejorable. Siempre es mejorable. Seguro que hasta Messi o "Cristianu Runaldu" o cualquier tío forrado de perras querría tener un mejor nivel de vida. Yo desde luego, ni de coña me cambio por ellos. 

¿Por qué? Porque yo soy yo, y sí, es una perogrullada como un satanazo de grande (de los de Calatrava que los hace bien... mal, pero los hace bien.... mal). Y mi vida es mi vida, y mis errores son mis errores. Y mi vida será una mierda pero shh, es mi vida. Y con ella sólo me meto yo y ojito, que ni siquiera, que a mi vida le sobran huevos porque los tiene como zepelines de grandes (maldito vodka con redbull...). Y hace unos meses se me fue la olla y tal y viva los abrebotellas (que como lo cojas sin permiso te arranco la cabeza con un cortaúñas de viaje... duele más). Y salió un tatuaje que me recuerda todos los días esto. Que me avergüenza algún día más que otro, que me falté al respeto a mí mismo. Y es algo que nunca, nunca, debo repetir. 

Porque jamás hay que rendirse, porque hay que levantarse, porque es tu vida, porque nadie la va a vivir por ti. Y si es una mierda, que lo sea, vendrán tiempos mejores (o no), pero es tu vida. Y sólo hay una, y eres lo más importante de tu vida. Tú, no el vecino del quinto, o de al lado que es como para sentir cierta sociopatía en el mejor de los casos. 

La vida, tu vida, es para vivirla, joder, porque sólo tienes una bala en la recámara y por cierto, eres tú. Y el que venga detrás, sea tu mejor amigo, sea tu pareja, que espabile y que arree, que si quiere estar contigo que se lo curre, que se disculpe, que sea realista, que reconozca su parte de los errores, que no te cargue con todo el muerto. Que para eso ya está cada uno y que cada cual se perdone por lo que sea. O que sobreviva o que lo lleve en versión paz y amor o como le dé la gana, o con alcohol y drogas y porros y pollas y jesucristo y todos los panteones en ropa interior y en bicicleta haciendo el Tour de Francia. Pero que tire hacia adelante.

Porque el maldito cambio existe y es posible y es viable y yo tengo un maldito tercer párpado, como el de un águila, y me ha salido hace nada. Y que a ver quién tiene huevos de romperlo. Esa coraza que es intrínsecamente mía, que nació de mí y vivirá conmigo.  

Todos somos diferentes, todos alzamos miedos, muros, y los podemos bajar, pero siempre queda algo que es exclusivamente nuestro. Que no se te olvide, por muchos fallos o aciertos que tengan los demás para contigo, tu vida es tuya, y que nadie te la reclame. 

Por eso y por mil razones más, por muchas putadas (que vendrán más) sólo aguanta y capea el temporal, levántate y pierde, y vuelve a hacerlo, y pierde, y repito. 

Las victorias serán tuyas siempre, así como las derrotas. Sé justo contigo mismo y échate una caña por ti, porque te lo mereces. 

Con dos gónadas (que queda más neutral y más... auténtico).

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